I was stupid for letting you go...

I was stupid for letting you go...

domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 19. Prueba de amor.

Narra Ane.
Los ojos castaños de mi madre se clavan en mí, con una ceja alzada. Sus brazos cruzados sobre su pecho. Todo ella rezuma un "Vamos, suéltalo" que decido ignorar, ya que una parte de mí sabe por dónde va a ir esta conversación, y la verdad no me gusta.
Niall. Niall va a ser la pregunta (o el motivo de mi regañina, no lo sé todavía).
Es el primer chico con el que he salido desde mucho, aunque si bien es verdad es el único que me ha insistido tanto tiempo como para llamar mi atención.
Mi familia no se encuentra al tanto de lo ocurrido con Adam, aunque debo de suponer que tienen que tener una ligera idea, ya que de la noche a la mañana me cerré en mí misma, con la excusa -y la esperanza- de que nadie volviera a hacerme daño, incluida mi propia familia.
No es que tengamos una mala relación, simplemente estoy en esa etapa adolescente de "Todos me molestáis", por lo que ellos van por su lado -incluido mi hermano- y yo voy por otra. Ajena a ellos y ellos ajenos a mí. Y tampoco me molesta.
Aún así, mi madre siempre ha sido de esas madres que quieren saberlo absolutamente todo, pero de las que no preguntan, sino que más bien dejan caer indirectas muy directas.
Al menos así había sido hasta este momento.

--¿Y ese chico?

Ahí está la esperada pregunta. ¿Y ese chico? ¿No había otra manera de dejarlo caer? pienso rodando los ojos en mi mente, ya que si los ruedo frente a mi madre me arriesgo a un buen castigo.
Decido escoger la técnica de hacerme la sueca, para poder seguir esta conversación.
Enarco una ceja y la miro con cara de no comprender.

--¿Niall?-contesto con fingida confusión-¿Qué le pasa?

Ella parece pensárselo por unos segundos antes de responder.

--Os habéis besado.

De nuevo en mi mente ruedo los ojos. No me digas que nos hemos besado, y yo que no me había dado cuenta...

--Lo sé, estaba allí cuando ocurrió-trato de decir con un tono divertido, ocultando el irónico que lucha por salir de mí.

Mucho más cuando veo como mi madre frunce el ceño, manteniendo los brazos sobre su pecho. Sí, allá vamos de nuevo, otra vez la conversación, la misma que tuvimos hace casi dos años. Gracias a Dios que ya sé de qué va todo esto.
No puedo evitar un resoplo molesto. Sé que no vamos a llegar a ninguna parte con bromas y buen humor, así que decido coger el toro por los cuernos.
Sus ojos siguen puestos en los míos, con una expresión dura que sostengo e imito mientras hablo.

--¿A dónde quieres llegar?-pregunto sin más.
--Tú te das cuenta de que nosotros nos vamos a ir ¿cierto?-me explica como si tuviera alguna discapacidad, mental o auditiva, no sé. Yo asiento con la cabeza, sin dejar salir mis pensamientos sarcásticos-Vas a estar sola, aquí en Inglaterra, mientras nosotros estamos a casi dos mil kilómetros de distancia-continúa con su explicación. De nuevo asiento con la cabeza, cada vez sintiendo más incontrolables mis pensamientos-Obviamente no habrá quien te vigile, porque técnicamente eres mayor de edad y no lo necesitas.
--¿Y qué?-de nuevo pregunto con bastante rudeza.

Ella es la que acaba por rodar los ojos. Sí, ella puede hacerlo y yo no, ¿la igualdad dónde quedó?

--Ya sabes lo que quiero decir-dice con indiferencia.

Y esta vez al hablar, alza ambas cejas, dándome por supuesto lo que piensa que vamos a estar haciendo Niall y yo en esta casa en cuanto ellos se vayan.
Cojo aire y trato de controlar el sonrojo que sube a mis mejillas por su -de nuevo- indirecta muy directa.

--Ya sé por donde va la cosa-contesto sin querer escuchar-Le he besado, eso es todo. Nos...bueno, nos gustamos. Pero no vamos a ir por ahí revolcándonos-casi escupo las palabras-Tengo dieciocho años, soy adulta y consciente de todo ¿vale? Me has estado dando"la charla" durante los últimos cuatro años ¿No crees que ya es suficiente?

Mi madre ni siquiera se sorprende o se molesta por el tono con el que la he hablado, ya que al fin y al cabo siempre acabamos hablando así la mayoría de las veces. Muy en el fondo, sé que solo lo está diciendo para protegerme y evitar que tengamos algún accidente -igual que lo tuvo ella hace dieciocho años, ya que solo tenía dieciséis cuando me tuvo- pero la verdad es que no me gusta hablar de estas cosas con mi madre, ni con nadie básicamente, así que me molesta que, aún después de cuatro años recordándome lo mismo y causándome la consecuente vergüenza, siga haciéndolo.

--Solo quería que quedase claro-responde sin más, alzando sus manos en señal de derrota.
--Está claro, muy claro ¿puedo irme a dormir ya?

Ella se aparta de las escaleras y yo subo casi huyendo hasta mi cuarto, sin querer saber más del tema por un largo, largo tiempo.
Me pongo el pijama con rapidez y me tumbo en la cama, pensando en las palabras de mi madre aún... ¿Es que se piensa que ya no soy virgen? Y si lo piensa ¿por qué es así? Nunca he traído a nadie a casa como para que lo crea, y tampoco es como si estuviera todas las noches saliendo de fiesta en fiesta como para que hubiera ocurrido, ¿entonces? ¿por qué del que lo suponga?
Mis preguntas sin respuesta se quedan en el aire cuando escucho un sonido débil que me saca de mis pensamientos. Me levanto de la cama algo extrañada para agudizar el oído y así darme cuenta de que es alguien tirando piedras a mi ventana.
Ahí queda el cliché de historia tonta de amor adolescente, y para rematar, un rubio es el que está bajo mi ventana, con sus mejillas rojizas por el frío, al igual que su nariz. Sus grandes ojos azules observándome y una sonrisa nerviosa en sus labios rosados.

--¿Niall?-susurro alucinada-¿Qué haces aquí? ¿Se te acaba de ir la cabeza o algo?

Él solo deja salir una ligera risa de sus labios- producto de los nervios- antes de responder.

--Es que...tengo una pregunta-admite, y desde aquí, puedo notar como su muerde su labio inferior-Ane...tú ¿quieres...? Um...¿querrías...? ¿Tú...? ¿Yo...? Quiero decir...
--Oh Dios...-murmuro cerrando los ojos y llevando la palma de mi mano a la cara.
--¿Quieres ser mi novia?

La pregunta llega de golpe, y ante eso, abro los ojos algo sorprendida para mirarle fijamente y ver como sus mejillas se encienden aún más de lo que ya estaban.
Por otra parte, creo que las mías también están algo coloreadas, pero a diferencia de él, que se ve ansioso y asustado por mi respuesta, yo solo sonrío con cierta diversión.

--Por supuesto que sí ¿aún te quedaban dudas después del beso o qué?-digo sin poder evitar una pequeña risa, que provoca que él sonría ampliamente.

Desde aquí puedo ver como sus preciosos ojos azules se muestran aún más brillantes de lo que recordaba, solo por la ilusión de mis palabras.

--¿Siempre te gusté?-de nuevo pregunta.
--Eso ya son dos preguntas-digo con ambas cejas alzadas.
--Bueno...me gustaría saberlo...

Resoplo apoyándome en el marco de la ventana, sin gana alguna de responderle a esa pregunta. Aunque como no admitirle algo que realmente quiere y puede que necesite con toda desesperación, oír.

--Sí, sí me gustaste desde el principio, desde que me tiraste al suelo-admito en voz baja, con intenciones de que no me oiga, aunque para mi desgracia no es así, ya que de nuevo me pregunta.
--¿Y por qué me odiabas?

Tengo que detenerme un momento para pensar mis palabras. Muerdo mi labio inferior y cierro mis ojos por un segundo. No puedo meter la pata en esta frase, porque podría llegar a acabar mal.

--Porque no quería...interesarme en alguien otra vez-admito con algo de miedo de haberla cagado.
Él también se detiene un momento a pensar, supongo que en otra pregunta. Frunce el ceño con la vista hacia el frente antes de alzar la mirada para volver a ponerla en mí.

--¿Y el beso del parque? ¿No querías que ocurriese?
--Si quería...pero...no quería aceptar que me...atraías.

Está claro que estoy apartando la palabra "amor" todo lo lejos que me es posible, y sé que él se da cuenta, pero no parece darse por vencido. Y me alegro de que no lo haga.
No puedo evitar una ligera sonrisa.

--Esto ya son muchas preguntas, ¿eh?-digo con un tono mucho más desenfadado.
--Solo una más-me pide con el principio de un puchero que provoca que mis ojos rueden.
--Está bien-respondo con condescendencia fingida.

Una gran sonrisa se extiende por su rostro, mostrándome sus dientes descolocados. Un hormigueo me sube por la espalda y tengo que sacudir mi cabeza con la idea de que esa sensación es producto de mi cabeza.
Sus grandes ojos azules están fijos en mí, como si no hubiera otra cosa mejor que admirar en este mundo.

--¿Puedo subir?-su voz suena tan suave y dulce que me lleva unos segundos comprender su significado.


--¿¡Qué?!-exclamo con una mueca de confusión-¿Para qué?
--Porque...eh...quiero estar contigo-admite en tono balbuceante.
--Tú sabes que mis padres pueden matarte si te ven en mi cuarto a estas horas ¿verdad?-digo con un ligero tono de histeria que no sé de dónde sale.
--Pero...¿por qué? Solo voy a estar contigo-dice un tanto confuso.
--De verdad...que eres de lo que no hay-confirmo con un suspiro.
--¿Eso significa que puedo?

Su sonrisa divertida me da a entender que él no entiende el porqué de mi preocupación, ni mucho menos de mi histeria: Adam.
Niall no es así me recuerda una vocecita pequeña en el fondo de mi mente. Suspiro con una mueca incontrolable al pensar en la bondad, incluso ingenuidad del rubio, y no me permito juzgarle solo por tener pene.
Por otra parte, me paro a pensar en la probabilidad de que mis padres nos encuentren, pero aunque nos encontraran...¿qué? Solo vamos a estar juntos, y ya está, sin cosas raras ni más intenciones. Porque si piensa en otras intenciones le echo a patadas, eso está muy claro.

--Sí-contesto finalmente. Su sonrisa aún más amplia, si es que eso es posible-Pero...
--¿Pero...?

Muerdo mi labio y trato de sonreír de manera inocente.

--Por el árbol.
--¿Qué?-su voz demostrando la completa alucinación-¿Estás de coña?
--No-respondo sin poder evitar reír por lo bajo-Sube por el árbol-insisto.
--¿Por qué no puedo entrar por la puerta?-pregunta con el ceño fruncido.
--Porque...¿es una prueba de amor?-digo divertida.

De nuevo él me mira con esos ojos grandes llenos de ilusión, sin un motivo aparente, al menos hasta que repaso la anterior frase en mi cabeza. Prueba de amor. Amor. Mierda.
Para cuando intento decir de nuevo la frase, aclarando el concepto que tanta felicidad le provoca, él ya está colocado debajo del árbol observando las ramas por las que puede o no subir.
Se arremanga y, con completa cara de concentración, se pone a escalar.
No es que el árbol sea muy alto, pero al fin y al cabo, es un árbol y no es cosa fácil. Afortunadamente no llega a caerse en ningún momento, aunque las posibilidades de que hubiera podido pasar son bastante altas. No puedo dejar de pensar en que se está arriesgando a romperse una pierna, un brazo o incluso la cabeza, solo por mí, porque le he dicho que es una prueba de amor.
Me parece que no voy a acabar bien. Otra vez.
De repente, parece dar un salto que hace que se quede con medio cuerpo dentro de mi cuatro y medio fuerza.

--Eh...¿una ayudita?-pregunta sin perder ese fantástico humor que siempre es acompañado por una sonrisa.

Me tiende una mano y yo la cojo antes de tirar con fuerza para que no se caiga al jardín en el último segundo. Para mi mala -o buena- suerte, acabo cayendo de culo en el suelo, y él sobre mí.
Siento su entrecortada respiración por el esfuerzo, chocar contra mis labios. Su nariz apenas roza la mía. Sus grandes ojos azules me intimidan por el intenso cariño y amor que me muestran.
De nuevo el hormigueo que sube por mi espalda. Esta vez, decido ignorarlo. Tengo cosas más increíbles a las que prestar atención.

--Hola-susurra con voz tranquila.
--Hola-contesto de la misma manera, algo divertida.
--¿He superado la prueba?

Muerdo mi labio inferir tratando de no sonreír, aunque creo que no funciona, ya que su sonrisa de nuevo se extiende por su pálido rostro.
Asiento con la cabeza y eso es todo lo que él parece necesitar.
Durante unos segundos solo hay silencio en la habitación, y entre nosotros. Su cuerpo sigue pegado al mío con completa gentileza, sin aplastarme o resultarme agobiante, pese a que sienta cada parte de su anatomía contra mí. No me molesta. No me da ganas de gritarle o echarle a patadas, tan solo de sonreír.

--¿Qué es lo que me estás haciendo?

La pregunta escapa de mis labios sin poder evitarlo. Rezo porque no me haya escuchado, pero sinceramente sé que es imposible. Sin embargo, él no responde de inmediato.
Pasan unos segundos en los que solo escruta mi rostro, con total tranquilidad, como si buscara algo que estando a más distancia no pudiera ver.

--Creo que eso debería preguntártelo yo a ti-responde.

Y por primera vez, no hay una sonrisa en su cara; ni tímida, ni nerviosa, ni llena de ilusión. Nada. Pero tampoco está serio o me mira con alguna clase de enfado. No. Me mira con ojos serenos, todavía buscando algo, esta vez dentro de mis ojos.
Una de mis muchas manías es que no puedo sostener la mirada de nadie, por intimidación o por vergüenza, no lo sé, pero no soporto tener los ojos de alguien puestos en los míos. Y ahora me encuentro conmigo misma, tirada en el suelo de mi habitación, sin poder dejar de observar esos orbes azules que me hacen sentir única en este mundo.
El cosquilleo que sube por mi espalda parece haberse evaporado, dejando paso a una sensación de embriaguez que no me gustaría dejar de sentir.

--Yo no estoy haciendo nada-me atrevo a decir, con el miedo de que eso pueda acabar con nuestra conexión.
--Lo haces-contesta aún tranquilo, con expresión serena y algo confusa-Me estás haciendo caer.

Y no puedo responder, porque sé perfectamente a lo que se refiere. Siento como mi rostro hace una mueca involuntaria que, junto con la evasión de su mirada, rompe la conexión formada entre nosotros.
A él no parece molestarle, todavía se encuentra tranquilo. Lleva una de sus manos a mi rostro, aún sujetando la mayor parte de su peso con la otra y con sus piernas, acaricia mi mejilla con cuidado, y siento que sus ojos buscan los míos. Lo siento en mi pecho, palpitando como si Niall fuera el único que pudiera controlarlo. Lo siento en mis huesos, que parece que tiemblan. Lo siento en mi piel, que quema de una manera dulce y atrayente con su débil toque. Siento en cada molécula de mi ser, cómo él ansía que volvamos a tener esa conexión tan profunda, que nos ha hecho caer por un momento a ambos, pese a que yo nunca vaya a admitirlo en voz alta.

--¿Para qué querías subir?-pregunto en voz baja. Mis ojos todavía esquivando los suyos por miedo.

Sí, por miedo, por miedo a volver a encontrarme perdida en él, y por tanto, a su merced para que haga conmigo todo lo que se le antoje, entre lo que se incluye jugar conmigo, usarme, engañarme, romperme, como otro ya hizo en su momento.

--Para estar contigo-contesta en un susurro.

Su cálido aliento todavía chocando contra mis labios, haciendo que éstos ardan de necesidad por los suyos.

--¿No estuvimos juntos apenas hace quince minutos?-pregunto una risa nerviosa.

No me incomoda el hecho de que su cuerpo esté sobre el mío, ni que su mano dulce y cuidadosa roce mis mejillas con gentileza, tampoco me importa que su pecho choque contra el mío cada vez que parece robarme el aliento con una exhalación. Lo único que me molesta y preocupa es alzar la mirada y encontrarme con sus ojos.
Doy por hecho que él lo comprende, ya que deja salir un suspiro de rendición mientras se aparta con cuidado de encima de mí, aunque tampoco se aleje, solo se queda tumbado a mi lado.

--Te echaba de menos.
--Oh.

De nuevo nos quedamos en silencio. No sé si a él le resultará un silencio cómodo, pero definitivamente para mí no lo es. Siento que me presiona el pecho y me quita el aire de una manera angustiosa.
Giro mi cabeza lentamente, solo por saber si tiene expresión de molestia, si se ha quedado dormido o si tan solo sigue aquí.
Su cabeza reposa sobre su brazo derecho doblado. Su expresión es tranquila, como si tan solo estuviera esperando...algo. Su mirada puesta en el techo, como si fuera lo más interesante del mundo, al menos hasta que parece que siente mi mirada puesta en él, escrutándole sin pudor alguno. Entonces su rostro se gira hacia mí. Sus ojos de nuevo cautivándome y llevándome a algún lugar lejos, muy lejos de aquí. Su pelo rubio cae por su frente. Su sonrisa aparece bajo esas mejillas que se tornan algo rojizas.
Otra vez me ha cogido y me ha llevado a ese lugar que hace que mi respiración se me antoje incluso molesta, y en este momento, espero que nunca deja de hacerlo.
Me coloco de medio lado, sin separar un momento mis ojos de los suyos. Él imita mi gesto, quedando nuestras narices a apenas un centímetro de acariciarse.

--Hola de nuevo-es lo único que dice con esa tranquila sonrisa.

Y una parte de mí quiere gemir a disgusto (claro, no iba a ser de otra manera). La frustración y el miedo me recorren, y me da igual, porque la serenidad y el alivio son superiores.
No respondo a su saludo pero me acerco el centímetro que nos separa. Me acomodo de manera que su barbilla quede por encima de mi cabeza. Mis ojos ahora lo único que pueden ver es su cuello, pero mis manos -colocadas de manera suave sobre su pecho- pueden sentir su corazón latiendo con premura, causando una sonrisa involuntaria en mi cara.
Sin ser necesario decir nada, él me rodea con sus brazos, dejándome pegada a él, pudiendo así escuchar los latidos cada vez más tranquilos y acompasados contra mi oído.
Estás cayendo. Estás cayendo mucho más profundo que con Adam. Para ahora que puedes me repite mi parte racional una y otra vez, pero mi corazón solo responde Sus latidos van al mismo ritmo que el mío.

Narra Martha.
Me maldigo una y mil veces mentalmente por haber dejado la persiana abierta: ahora el sol me da en toda la cara. Me doy media vuelta, escondiendo mi cabeza bajo la almohada, pero siento como si el sueño se hubiera esfumado.
Gracias ventana, me haces madrugar en vacaciones pienso mientras me acaricio la cara para terminar de despertarme.
Agarro mi móvil de la mesilla con la mano libre y de inmediato me meto en twitter, solo por curiosear antes de bajar a desayunar. Entonces es cuando encuentro varias docenas de fotos de un beso entre Ane y Niall. Parpadeo un par de veces, solo por asegurarme de que no estoy durmiendo y de que realmente son ellos los de las fotos. Y sí, podría decir que es un montaje, que no son ellos realmente, pero ¿quién iba a hacer un montaje de algo así? y si lo hicieran, ¿cómo habría fotos tomadas desde todos los ángulos posibles.
Trato de buscarle una lógica, porque no sería normal que primero ella le tirase un café y le puteara, y que luego fueran a cenar juntos, pasearan por la calle y luego se besaran en el jardín de ella. No, ningún sentido, pero así parece ser.
Decido dejar pasar el extraño suceso, aún sin estar muy segura de su veracidad.
Desayuno, me arreglo un poco y salgo hacia la casa de Harry, solo para ver cómo se encuentra. Y como se encuentra, obviamente, es el calzoncillos aunque esté con gripe y prácticamente en una fría calla londinense invernal.

--¿Estás tonto?-es lo primero que se me ocurre decir-¿Tienes gripe y abres la puerta sin ropa?
Veo como rueda los ojos tanto que parece que se le van a salir de sus órbitas antes de responderme con sequedad.

--Pareces mi madre.

Y admito que me duele su tono. Últimamente es el tono que se ha instalado entre nosotros. No sé si por su malestar, no sé si porque simplemente ninguno estamos de humor y a la mínima saltamos, no sé si es porque quizás pasemos demasiado tiempo juntos o porque a veces simplemente nos tratamos como si fuéramos amigos. Solo amigos. Otra vez.

--Solo...me preocupo-admito en un tono que no camufla mi dolencia-No quiero que te pongas peor.

--Lo sé-responde con un resoplo. Parece que hoy se ha levantado de mal humor, directamente-Pero...me gustaría estar más con mi novia y menos con mi madre.

De nuevo su comentario duele, pero lo esquivo tan bien como puedo.

--Vale, lo siento ¿Te encuentras mejor?
--La verdad es que sí-responde encogiéndose de hombros.

Hace un gesto con una mano para que pase dentro junto a él.

--¿Y qué haces sin ropa?-pregunto mientras me quito el abrigo y lo dejo colgado en el perchero que hay en la entrada.
--Acabo de ducharme-confirma con una sonrisa débil, que pronto parece llenarse de malicia.

Antes de que pueda reaccionar, sacude sus rizos en mi dirección, haciendo que cientos de pequeñas gotas caigan sobre mí.

--Vale, me lo creo-contesto apartándole de mí con diversión.

Él responde a mi risa. Su anterior mal humor ya parece del pasado. Nos encaminamos a su habitación mientras seguimos hablando.

--¿Has visto los montajes que hay por twitter?
--¿Montajes? ¿De qué?-pregunta sin mucho interés mientras pasamos a su habitación, completamente ordenada.
--De Ane y Niall-contesto con simpleza, aunque por dentro solo esté muriendo de curiosidad por saber si es verdad o no-En algunas están cenando, en otras paseando...hay algunas en las que se besan...
--¿Y no puede ser verdad?-pregunta mientras se sienta en la cama.

Yo me quedo de pie frente a él, analizando una vez más su anatomía de la manera más delicada y poco llamativa que puedo.

--No lo creo, ayer se besaron accidentalmente-respondo subiendo mis ojos de su pecho, todavía no muy formado, hasta sus ojos, que me miran con una ceja alzada, más por mis palabras que por mis ojos puestos en él-Te lo resumo: ella se enfada, le tira un café por encima. Él viene a mi casa preguntándome qué es lo que ha hecho mal y lamentándose por haberla besado.
--Dios, qué bruta-es lo único que él dice antes de soltar una risotada que me contagia de inmediato.
--Lo sé-admito, relajando mi risa-Aunque lo que me dejó alucinada fue lo que me gritó por teléfono.
--¿El qué?
--Algo como que los hombre eran pollas con piernas y si les negabas hacerlo te cambiaban por otra o algo así.
--Quizás...tuvo un novio que la trató mal-comenta sin más.
--Me lo hubiera contado ¿no?-pregunto, ahora dudando de su confianza.
--No tiene por qué-dice sin más mientras se levanta hasta el armario.
--¿Cómo que no? Es mi mejor amiga, yo se lo cuento todo y ella a mí. Al menos eso suponía hasta ahora.
--No sé que decirte sinceramente-dice como si le resbalara el tema (cosa que hace)-¿Me pasas los pantalones?-pregunta mientras saca una camiseta, que desliza por su torso.

Miro a mi alrededor en busca de sus vaqueros, dando así con que están doblados en una silla. Los cojo sin mucho cuidado, dando por hecho que los bolsillos están vacíos, cuando una pieza de papel cae al suelo.
Confundida, me agacho hasta recogerla, para dar así con que es una foto, pero no es solo eso: es una foto de Harry, dándose un beso de esquimal con una chica rubia que deslumbra belleza aún cuando se ve que la foto es antigua y está algo arrugada.

--¿Quién es?-susurro sin poder apartar la mirada de la foto.

Él tarda un poco en reaccionar, pero cuando lo hace camina hasta mí. Agarra la foto que hay entre mis manos y la mira con una sonrisa que marca sus hoyuelos. Sus ojos brillan como si estuviera viendo lo mejor que le ha pasado en la vida, y siento como un nudo se me forma en la boca del estómago.

--Es solo...mi ex-responde en voz baja, inmerso en los recuerdos que deben de traerle esa foto. Recuerdos buenos. Recuerdos que le hacen sonreír más que cuando me ve a mí.

Una parte de mí empieza a unir fichas de puzzle que no sabía que estaban desperdigadas, encontrándome así con una pizca de traición, al sentir el porqué de que quizás Harry se encuentre distante y quizás algo arisco conmigo.
Hemos sido mejores amigos desde hace tantos años que ya ni me acuerdo, y sin embargo, nunca me había contado nada de ella, nunca la había mentado, ni siquiera me había dado la sensación de que él estuviera con alguien. Me lo ocultó de todas las maneras posibles.

--¿Todavía guardas la foto en los pantalones?-es lo único que puedo preguntar. Mis garganta cerrada, apenas dejándome pasar saliva.
--Sí-parece que habla divagando, todavía perdido en alguna parte de su pasado-Ella era... especial.
--Y apenas tú y yo tenemos una foto juntos...-la frase escapa de mis labios sin poder evitarlo.

De inmediato, vuelve a la realidad. Deja la fotografía en la cama y se apresura a abrazarme con fuerza, dejándome con la cara pegada a su cálido pecho.

--No te pongas triste-me habla con voz suave y dulce-Tú eres mucho más especial que ella. Si no tenemos fotos juntos es porque preferimos disfrutar el momento en vez de fotografiarlo-me asegura, dedicándome una sonrisa que no llega a ser tan brillante como cuando miraba la foto-Te quiero, solo a ti-y es precisamente en el "Te quiero" que siento que algo falla, definitivamente.
--¿La sigues queriendo?-pregunto sin más, mi voz sonando mucho más hueca e insensible de lo que me esperaba.
--¿Qué?
--¿Soy el clavo que saca otro clavo?-y la pregunta de nuevo saliendo de mí de manera automática, como si no tuviera un filtro que controlara esas cosas.

De inmediato me deja de abrazar. Sus brazos colocándose algo tensos a ambos lados de sus brazos. Su mandíbula algo apretada. Su ceño fruncido visiblemente.
Aquí vamos de nuevo con el berrinche del día.

--¿Me estás insinuando que no te quiero?
--Solo te estoy haciendo una pregunta-respondo con simpleza, ignorando el tono de enfado de su voz.
--¿Piensas que te utilizo?-su voz cada vez aumentando más el volumen. Ya sé cómo va a acabar esto, y todo provocado por una foto que no tenía aparente sentido para él. Solo "aparente sentido".
--No lo sé, por eso te lo pregunto-todavía respondo de manera escueta.
--¡¿Cómo puedes pensar eso?!
--Sigo esperando a la respuesta-mi voz llenándose de acidez provocada por la bilis que sube por mi estómago al sentir que de nuevo, vamos a acabar a gritos, esta vez, por una rubia desconocida.
--¡NO ME PUEDO CREER QUE PIENSES ESO!-y estalla.
--No me grites...-le advierto con voz tensa, pero él ya no hace caso. Como siempre.
--¿¡PIENSAS QUE NO TE QUIERO?!
--Te he dicho que no me grites...
--¡SI FUERA ESO VERDAD NO HABRÍAMOS DURADO NI DOS SEMANAS!
--¡TE ESTOY DICIENDO QUE ME DEJES DE GRITAR!-me defiendo-¡YO SOLO HE PREGUNTADO Y TE HAS PUESTO A LA DEFENSIVA! ¡SI TE HAS PUESTO ASÍ SERÁ POR ALGO ¿NO CREES?!
--¡O SEA QUE SÍ LO PIENSAS!
--¡DÍMELO TÚ! ¡SOLO TE HE HECHO UNA PREGUNTA Y TE ME HAS PUESTO A GRITAR!
--¿¡Y TÚ?!
--¿¡YO QUÉ?!
--¡NO CONFÍAS EN MÍ!
--¡ESTOY EMPEZANDO A DEJAR DE HACERLO!
--¿¡QUÉ PASA?! ¡YA NO ME QUIERES! ¡ES ESO Y ME ECHAS LAS CULPAS A MÍ PORQUE NO QUIERES SER LA MALA!

Esa frase golpea mi pecho de manera rotunda, sonando hueca en mi pecho. Que no le quiero. Que yo no le quiero a él. Después de todos los años que llevo pillada por él, que llevo aguantado que las chicas (y algunos chicos) tonteen con él y él solo les conteste sonriente, que llevo en la zona amiga de la que no se puede salir. Después de todo ello, ¿es él, el que lleva una foto de una ex consigo, el que me dice que yo no le quiero?
Las lágrimas llegan a mis ojos, mezclándose las de rabia, la de impotencia, con las de dolor y traición.

--¿¡QUE NO TE QUIERO?!
--¡ESO ES LO QUE PARECE!

Y entonces, es cuando yo estallo de verdad.

--¡YA ESTOY HARTA! ¡HARTA! ¡MUY HARTA DE TUS ESTUPIDECES DE NIÑATO MALCRIADO!

Aunque muy al contrario que él, yo me arrepiento de inmediato de haberlo dicho, pero tampoco me da tiempo a disculparme. Él habla en un tono bastante fuera de los anteriores gritos, como si estuviera teniendo una conversación banal sobre el tiempo con alguien en un ascensor, solo para rellenar el silencio incómodo.

--Si opinas eso y estás tan harta de mí ¿qué haces aquí?
--¿Qué?-yo también tengo que bajar el volumen, sin embargo, lo hago por la confusión que me crean sus palabras.
--¿Que qué haces aquí si ya no me soportas? Vete, no te necesito.

Y dicho esto, se da media vuelta y prosigue con la tarea de vestirse, ajeno a que yo me he quedado boqueando como un pez, sin poder entender sus palabras.
Para cuando soy consciente de que me acaba de decir que me largue, que no le soy importante, me voy cerrando de un portazo.
Podría decir que me sorprende, pero no, al fin y al cabo todas nuestras discusiones acaban con alguno de los dos diciendo al otro que se vaya y que no le quiere; sin embargo, siento un nudo en la parte baja de mi estómago que me hace sentir como si esto fuera algo más que otra simple discusión.

--¿Otra vez?-una voz baja y dolida me habla.

Me cuesta enfocar, ya que las lágrimas me nublan la vista, pero de inmediato sé que es Anne. Yo solo asiento con la cabeza, una vez más, y ella, de nuevo, deja salir un suspiro mientras llama a la habitación de su hijo.
Nuestras discusiones siempre tienen un mismo patrón: uno de los dos hace o dice algo que molesta al otro. Nos chillamos. Nos insultamos. Nos mandamos a la mierda y a tomar por culo. Decimos que no nos necesitamos y uno de los dos se va de la habitación. Acto seguido, alguien (Anne, Gemma, la hermana de Harry, o alguno de los chicos) tiene que intervenir y hablar con aquel que se ha empezado la discusión. Todo acaba con un abrazo y varios "Lo siento"
Esta vez no es una excepción.
Apenas bajo las escaleras y espero sentada en el sofá durante unos minutos y escucho los pesados y rápidos pasos de Harry bajar por las escaleras. Antes de que me dé cuenta, está cogiéndome con fuerza entre sus brazos y susurrándome lo sientos.
Y de nuevo, ahí está la sensación de que ya no es lo mismo, de que hay algo que realmente va mal entre nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario